Los pensamientos

Desde su existencia inerte, nuestros pensamientos evolucionan con los días, las semanas, los meses, los problemas, el entorno. Un día son rojos y al siguiente negros, luego pasan a brillar por su azul cielo para después tornarse verde esperanza. Pensamientos recios y pensamientos de plastilina, parece algo tan sencillo…

Tienes una conversación con un desconocido y puede alterar el curso de tus pensamientos para el resto de tu vida y, ¿Por qué ocurre eso? Porque nos han enseñado a consumir, devoramos los pensamientos de este o los pensamientos de aquel pero fallamos en lo más básico, fallamos en entrenar nuestra actitud crítica y en diseccionar cada uno de los pensamientos que nos arroja el prójimo.
Desconfía, disecciona y rebate, no solo los pensamientos de los demás sino que también has de hacer lo mismo con los tuyos, solo así plantarás convicciones en tu persona que un día darán sus frutos, solo esos frutos deberían tener el derecho, e incluso la obligación de influir en las demás, esos frutos plantados con la semilla de la duda y regados con la autocrítica serán recios y maduros para constituir la persona completa que deberías ser.

Sin embargo abundan los que una vez oyeron que A era mejor que B y nunca pararon a plantearse esa posición, A será siempre mejor que B y eso intentarán adoctrinar a los de su entorno, terrible error en el que caerás si no cultivas tu espíritu crítico.

Créete todo y no te creas nada.

Lo que pudo ser y no fué.

Tras meditarlo realmente poco, he decidido que voy a ir compartiendo alguna de mis historias en las que la vergüenza y el sentido común brillan por su ausencia. Ni proezas ni méritos, solo historias que espero produzcan alguna que otra carcajada y una palmadita en el hombro cuando me veais.

Comenzaré narrando la que tengo más marcada a fuego en mi historial, no por ello la más irrisoria, sino por el vaiven de emociones que sufrí aquella noche:

Nos encontrábamos a finales de Agosto de 2011, casi estábamos cerrando un verano plagado de aventuras en las que nosotros, como hombres de bien, habíamos hecho lo posible por fomentar el turismo femenino en España cumpliendo casi todos los clichés ibéricos entre los que se encuentran: buen vino, bailes bajo la luna, buena gastronomía, visitas culturales…en definitiva, todo lo que nuestras amadas extranjeras vienen a buscar.

Por aquel entonces mi tiempo libre lo estaba compartiendo con una estudiante rusa bastante proactiva, que además planeaba una noche especial porque su mejor amiga procedente de Paris venía a pasar un único findesemana a España. Pego un telefonazo a Fedor, mi preceptor en las actividades de embajador pero me comenta que esa noche no podemos contar con él ya que tenía que coger un vuelo bien temprano, así que me hallaba con dos rusas eurfóricas, entradas gratis para una terraza de moda y ganas, muchas ganas de hacer eterno ese momento.

Una vez dentro de la terraza se me ocurre la genial idea de intentar montarme un trío, bueno, llegados a estas alturas no te voy a mentir, la idea estuvo siempre presente pero no la vi posible hasta que el tonteo con las dos era fluido y desafiante. Así que cuando alcanzamos un punto leve de embriaguez se me ocurre sacar la artilleria:

– Ey chicas, me aburre esta discoteca. Qué os parece si pasamos por mi casa, cogemos unas cervezas y nos vamos a la playa a bañarnos desnudos?
No me lo puedo creer, respuesta afirmativa unánime. Si tío, lo vas a conseguir! Me decía.

En un abrir y cerrar de ojos nos encontrábamos en la arena tumbados bebiendo cerveza y riendo, hasta que una de ellas se empieza a desnudar, obviamente le sigo los pasos intentando contener la risa de nerviosismo, nos besamos, miramos a la amiga, y esta hace un ademán de quitarse el vestido… pero zas! se arrepiente, no le convence el plan y nos comunica su intención de dormir en la arena con la premisa de que el alcohol le había afectado demasiado. No pasa nada, llegados a este punto de fervor no iba a perder el tiempo intentando convencerla, más vale pajaro en mano… por lo que mi amiga y yo nos metimos en el agua a darnos un chapuzón de besos, y alguna que otra ola mediterránea, cuando de repente se oye desde la arena:

– Eeeeyyyy!!!! Somebody came and stole your jeans!!!!! come here hurry up!!!

No puede ser, no puede ser, no puede ser, me repetía una y otra vez mientras salía del agua, aún con mirada incrédula y con la esperanza de que fuera una broma pesada eché un rápido vistazo a mis cosas y… si… efectivamente, camisa, calzoncillos, sandalias… pero del pantalón ni rastro. Me enfundo los calzoncillos, blancos para ser más exactos y por si no lo recuerdas yo estaba aún mojado. Comienzo a correr por el paseo marítimo en busca del bandido y para mi suerte encuentro un grupo de policías locales de pie alrededor de un coche patrulla, buff mi salvación!-pensé- Estos agentes me ayudarán!- Les comento mi caso y los policias sorpresivamente comienzan a reirse entre dientes, no me lo podia creer! Llevatelo tú, no llevatelo tú – se decían-.

– A ver joven, como mucho yo puedo llevarle a comisaría a que tramite la denuncia y allí que vengan a buscarle.

– Vamos a ver, vivo relativamente cerca, solo quiero que me lleven a casa para que me pueda poner unos pantalones y recoger la llave de repuesto del coche. Ya me apaño yo para venir a por el coche y voy a comisaria

Culito bonito!! Gritan de fondo.

Mierda, estaba a 25 metros de la salida de una de las discotecas de la playa, en calzoncillos blancos y mojado. Menos mal que me lo tomo a risa, cosa que parece agradar a uno de los agentes que me dice: avisa a tus amigas y venga que te llevo a casa.
No me lo puedo creer! Mi ángel de la guarda! Me voy corriendo, le digo a las rusas que ha sido todo un placer pero que me voy, el mal trago parece haber pasado. Cojo mis escasas pertenencias y vuelvo donde estaba mi agente salvador y… no habia nadie! se había ido, abandonado a mi suerte en la playa a las 5:30 am sin pantalones.

Cabizbajo, volví andando a casa otra vez con las rusas, esta vez ellas intentaron aliviarme el mal trago con bromas y disparates, pero las odiaba a muerte.
Como no podía ser de otra manera, faltaba la guinda del pastel; el telefonillo no funcionaba. Sentado en un banco en calzoncillos y con una rusa a cada lado me tocó esperar a que fuese una hora prudencial para llamar a cualquier vecino y me abriera.

Siempre lo recordaré por lo que pudo ser y no fué.

Zona de confort

Nadie puede discutir que el ser humano tiene rachas, las tiene buenas, malas, reflexivas, activas, insípidas e incluso de vez en cuando se ve envuelto en un torbellino de emociones non-stop que apenas te da tiempo de recuperarte entre aventura y aventura. Y yo, como humano que soy (o lo era la última vez que lo comprobé) me encontraba en una racha reflexiva, observando el mundo girar desde el sillón con una copa de vino tinto en la mano derecha y el Fausto de Goethe en la izquierda… perfecto.
Y ahora? Que demonios! Me gustan las aventuras, me gusta vivirlas, contar las que son dignas de contar y callar las prohibidas, qué aventuras vas a vivir desde tu sillón?

Ya es hora de levantarse y salir a la calle. Poner de manifiesto esa actitud de aventurero intrépido que se apoderaba de tí cuando veías a Indiana Jones alargando el brazo para coger su sombrero. Leches! Las emociones fuertes no van a venir a buscarte, toca salir a la calle, improvisar soluciones, viajar, diseñar nuevos planes, hacer cosas nuevas y conocer gente nueva. Esto es así desde que el mundo es mundo, te enriqueces como persona a base de experiencias, no cuando ejerces como un mero espectador. Qué le vas a contar a tus hijos? Lo bien que te lo pasabas trabajando de lunes a viernes y el findesemana siendo un buen hijo/novio/marido mientras veias la tele o leias? O profieres contarle esa vez que te ibas a tomar la última con tu mejor amigo y acabaste robando un pingüino?

Tiempo de terrazas, copas de balón, chill out y ganas, muchas ganas de nuevas experiencias.

Recuerda, el mejor actor es el que improvisa sobre la marcha porque sabe que puede mejorar el guión establecido.